miércoles, 15 de noviembre de 2017

El pregón de las fiestas de Villaluenga del Rosario, 1976

Manuel Cabello Janeiro durante su discurso



Por Esperanza Cabello 


Hoy, quince de noviembre, es el día del cumpleaños de nuestro padre. Hoy habría cumplido ochenta y seis años si siguiera con nosotros. Y aunque hace diecisiete años que no está, no pasa nunca este día sin que lo recordemos especialmente.
Se nos hace difícil pensar que ahora sería un anciano, la memoria nos trae cada vez recuerdos más lejanos, y es mucho mejor recrearnos en los recuerdos de la juventud, en esos recuerdos de días felices. Y eso que lo veíamos poco. Con una familia numerosa y el sueldo de un maestro, tenía que darle muchas vueltas al día para conseguir llevarnos a todos para adelante: desde el amanecer hasta el anochecer daba clases, hacía crónicas de radio, vendía e instalaba persianas, vendía libros, llevaba su academia y aún le quedaba tiempo para dedicarse a lo que de verdad le gustaba, a su pasión: el estudio, la investigación y la escritura.
Gracias a él muchos de los recuerdos y muchas de las historias de nuestra sierra se han mantenido, porque quizás más que ubriqueño él era serrano, siendo Villaluenga y Benaocaz sus favoritos (después de su querido Ubrique, claro).
El regalo de cumpleaños de hoy es un discurso que hemos buscado todos estos años, lo recordábamos haciendo el pregón de las fiestas de Villaluenga del Rosario en al menos dos ocasiones, pero no dábamos con esos discursos... hasta hoy.
Este es el pregón de la feria y fiestas de Villaluenga de 1976.


PREGÓN DE LAS FIESTAS DE VILALLUENGA 1976



No cabe mayor honor para un serrano que venir a pregonar a los cuatro vientos el comienzo de estas fiestas. Difícil sería hacerlo, si de antemano no hubiera contado con unos hombres, amantes al máximo de su patria chica, que nos han abierto sus corazones, para a través de ellos, ver y escudriñar todos los rincones de esta bendita población de Villaluenga del Rosario. Recostada, adormecida, diría yo, a la sombra de ese impresionante tajo, prodigio de equilibrio, que es el Cao. Sombra casi permanente, porque entre otras particularidades, Villaluenga será la primera de la serranía gadita­na que reciba el saludo del sol en  los claros amaneceres, y la primera que le diga "adiós" en sus prontos atardeceres.

Villaluega,Villalarga de nuestro castellano antiguo, tiempo ha buscó un apellido: Del Rosario. ¿Pero desde cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo?

¿Será porque sus casas son cuentas de un rosario?

¿Será porque los registros de    la conducción de aguas

desde La Mina al pueblo semejan cuantas de otro     imaginario rosario ?

¿Por qué será? Seré sincero y les     diré que no lo sé. Solo sé   que  con     or­gullo Villaluenga ostenta el nombre rosarino de María Santísima, y es a Ella a la que en estos días se festejará, se le mimará y se le entregará el corazón.

Yo he deambulado mucho por sus calles. Coquetonas, retorcidas, silen­ciosas, blancas, empinadas, sorpresas del caminante. Casas encaladas en calles de orgullosos recuerdos, Pérez Clotet, inolvidable poeta, Moreno de Mora, ¿para qué mayor ingeniería que su propia construcción sobre las ro­cas? La del Doctor Vázquez Gutiérrez, homenaje al médico rondeño; Obispo Pérez González, su entrañable hijo, pastor de la diócesis gerundense. Porque Villaluenga, a fuer de sincero, jamás dejó en el olvido a quién con tanto desvelo la mimó.

 Por calles de picaros recuerdos la Carasola, que busca con deseo los rayos de un sol que se le va. El llanete, plaza de la verdu­ra antigua, la plazoleta. Quién no ha jugado al trompo o a las cajillas en ella? Y tantas y tantas otras, de inolvidable sabor. 

Cualquier tarde fresca de este cálido verano, acariciando con nostalgia el saco de los recuerdos, he visto por entre estas calles caminar con paso decidido, a ese obispo, prudente, austero, como era Pérez González. Llegar a esta coquetona plaza, camino de su iglesia, y preguntarse qué harán ahí, bajo la balaustrada principal de la parroquia, esos fustes y capiteles ro­manos, ese entorno moruno, sabor morisco de los antaño, de alféizares enlosetados y atauriques de tono añil, porque Villaluenga, aparte de ser cris­tiana, mucho antes lo fue romana y mora,

 Al ínclito Pedro Pérez Clotet, cuya muerte lloraron los poetas andaluces, y en cuya tumba, pusieron por flores, en un acto inolvidable, los pétalos fragantes de la mejor poesía.

Caminar hacia las afueras del pueblo miran­do hacia el Reloj, o hacia el Cancho Peralta. A los Navazos, o al Navazuelo, o a la Sierra del Líbar, a la Breña, o a la Cabeza del Caballo, o a ese pico enhiesto de la serranía que lleva por nombre la Bandera.

 Y pensar cómo en el Reloj, o en los Lajares o en la Cabeza del Caballo Villaluenga, antes de ser romana, mora o cristiana fue ocupada por una raza primitiva.

O ver pasear a ese doctor Vázquez, don Antonio, del que los villalonguenses conocen sus bondades.

O sentarse a descansar, junto a las orillas del camino, a ese docto ingeniero, Moreno de Mora, recorriendo con su mente el tortuoso caminar del único río, con nombre de bandido romántico, el Campobuche.

O al inolvidable maestro don Antonio Gálvez Jiménez, de labor incansable y virtuosa, inculcando a esa juventud de entonces los valores divinos de lo humano. Hoy sus propios alumnos lo honran poniéndole su nombre y apellidos a la única escuela del lugar.



Por tus calle, Villaluenga, pasearon estos hombres, y otros tantos que si bien no traspasaron la frontera de lo público, supieron alcanzar la fama de lo humano.

¿Quién no recuerda a Pepe García, “El Farol”, santero y sacristán, verdadero enamorado de esa Virgen del Rosario? ¿Y a Joselón, que paseó por todos los pueblos de la Serranía el fruto de la endrina, la “cirolilla de la sierra”, como él mismo pregonaba, con sus palmitos, sus murtas mauritas como pasas?

De niños bien que le hacíamos corro en Ubrique cuando llegaba con sus productos haciendo las delicias de los pequeños.



Pero es momento ahora dejar de deambular por estas intrincadas callejuelas en un paseo fruto de mi fantasía, y hablaros modestamente, de lo que sé de verdad de la historia de este pueblo. Porque Villaluenga fue la grande de entre las grandes. Su nombre dio apelativo a este basto territorio que hoy conocemos por Se­rranía  gaditana.

Villaluenga era la señora de Las Siete Villas: de Archite, de Benajut, de Cardela, de Ubrique, de Benaocaz y Grazalema. En un valioso documento o carta puebla, don Fernando y doña Isabel, por la gracia de Dios, rey y reina de Castilla, y por hacer bien y merced a vos don Rodrigo Ponce de León, duque de Cádiz, marqués de Zahara, conde de Arcos de la Frontera, nuestro vasallo y de nuestro Consejo, acatando los muchos y buenos y leales y señalados servicios que nos habéis hecho y hacéis cada día, especialmente en la guerra de los moros, por la presente os hacemos merced y gracia y donación perpetua irrevocable para siempre jamás de los lugares de la Serranía de Villaluenga y os damos con sus fortalezas y alquerías y vasallos y vecinos y moradores de ella, y con todas las rentas, pechos, y derechos e coladas y con todas las dichas casas enechas y pertenecientes a dicha serranía de Villaluenga, y lu­gares, y fortalezas y alquerías de ellas, y con las marchamogas y Antares, escribanías y portazgos ,y con todos sus predios y pastos, dehesas, montes, ríos, fuentes de agua, vertientes y con todos sus términos, y con la Justi­cia y Jurisdicción Civil y Criminal, alta y baja, y mero y mixto imperio de todos los dichos lugares.  

De esto cuanto antecede, los Reyes de España, hicieron escritura pública en Jaen, capital del Santo Reino en 11 de enero de 1.490.

Poco después, el lunes 27 de agosto de 1.492, ya conquistada Granada, moriría en Sevilla don Rodrigo Ponce de León, Señor de las Siete Villas, rendido, más que por la edad, por las fatigas de tan duras y prolongadas campañas. Su viuda, Beatriz de Pacheco, hija del célebre marqués de Villena, turbulento favorito de Enrique IV, fue la encargada de poblar ante esta Serranía y en 1.50l,61 cabezas de familia se asentaron en estos lares.

Después comenzaría su largo peregrinar. Pena da que esos archivos municipales fueran quemados.

Pero hay hechos gloriosos de Villaluenga que ni el propio fuego ha sido capaz de olvidar. Porque el 16 de mayo de 1.810mlos franceses invadieron la serranía; los de Ubrique se dispersaron en los campos del contorno; Benaocaz capituló, pero Villaluenga resistió hasta el heroísmo, hasta que el gabacho prendió fuego a sus viviendas. De este hecho glorioso para la Villa, nos ha quedado la coplilla popular que la tradición ha conservado: “Villaluenga del Rosario, no quiso capitular y vinieron los franceses y quemaron el lugar”. Después hubo una nueva carga sobre la población el día 10 de junio del mismo año. Los franceses, una vez invadido Ubrique y capitulado Benaocaz, intentan adentrarse por ese valle glacial triásico de la Manga, camino de Ronda. Ahí, en esas angosturas, como cuenta la tradición lo hiciera Buriato contra los romanos, un grupo de valientes villalonguenses, capitaneados por Juan Peralta, Andrés Guerrero y Francisco Garcés, como pudieron, con piedras, con fuego, en guerra de guerrillas, hicieron huir en desbandada a cerca de 600 franceses, teniendo que tomar éstos por fuerza otros caminos, con la vergüenza de la derrota, y Villaluenga se mantuvo orgullosa  y triunfadora como dueña y señora de este valle.

Hoy por hoy, Villaluenga descansa de su largo peregrinar por la Historia. Sus recuerdos, en el tiempo, son estáticos e inmutables, y los mantienen con orgullo: Su iglesia cementerio del XVIII, su capilla-ermita de San Gregorio, mandada construir por la duquesa de Aveiro, y que atesoró la noble imagen de San Francisco, del siglo XVI, su iglesia parroquial.



Pero hay algo que ha dado fama en el mundo entero a Villaluenga. Esa Impresionante gruta natural, conocida como la Sima, verdadero paraíso de la espeleología y de la actividad sub-acuática. ¿Qué misterios se encierran en ella?

Hay otra sima igualmente importante, la del Cabo de Ronda, conocida también como “La Sima del Republicano”, pues en ella, según cuenta la tradición, fueron arrojados en ella los miembros de una partida del ejército republicano que había sido atacada, durante la Primera República Española, por el ejército realista. Y la sima fue su cementerio.



Pero, y entro de lleno en el campo de la anécdota, y ya que estamos en ferias ¿Sabían ustedes, que a Fernando VII le gustaba el rico mosto del Pajarete, con una tapita de queso de Villaluenga?.¿Que no? No debía de tener mal gusto este rey español. Si no hagan ustedes la prueba. Esas ovejas, con pastos comi­dos del Reloj, dan un queso impresionante, catalogado de la mejor calidad y digno de exposiciones, como lo fue en la Exposición Iberoamericana de Sevilla en mil novecientos veintitantos  



Y de pleitos ¿Sabían ustedes algo? Porque Benaocaz y Villaluenga pleitearon, y con dureza, contra Ubrique y Grazalema, por el repartimiento del fruto de bellotas de los bienes comunes de la cuatro villas.

En el archivo histórico de Benaocaz hay un importante documento fechado el 26 de agosto de 1.882,conteniendo el expediente instruido por el señor don Francisco Sánchez Tordesillas, delegado del Excelentísimo señor Gobernador Civil de la provincia, para la división del término jurisdiccional y alcabalatorio, que en común gozan esta villa de Villaluenga y sus tres hermanas y que entre otros dice: que si se acude a la remota época de la creación de estas villas, resulta que todas cuatro (Benaocaz, Grazalema, Ubrique y ésta) venían a formar un solo pueblo, distribuido en cuatro entidades, separados únicamente en situación, pero unificados en su esencia, en sus de­rechos y en sus aprovechamientos, con un término en común en que todas ar­bitran y ejercen jurisdicción sin que para constituirlo se hiciera desembolso alguno, ni se señalare la parte correspondiente a cada una. Deseaba Grazalema, y he aquí el pleito, que la división se hiciera por el núme­ro de habitantes, aquí saldría ganando ella, y no como lo querían las otras tres, a partes iguales, como verdaderas hermanas. Pero prevaleció el criterio de Grazalema, ya que a ella estaba unida Benamahoma, por lo que a Grazalema le daban dos partes, y al resto de las poblaciones una sola. Esto traducido al idioma moderno quiere decir, que mientras Ubrique, Benaocaz y Villaluenga, tienen del orden de los sesenta y más kilómetros en el término municipal, Grazalema tiene 120 aproximadamente. De todas maneras el pleito duró bastante tiempo.

Y ya no quiero cansarlos a ustedes más con estos retazos de historia. La historia queda ahí, en el recuerdo. El presente es distinto. Hoy por hoy, nuestra villa sufre un receso en su caminar, sus hombres y mujeres, a pesar de todo, buscan afanosamente su bienestar por otras latitudes. Pero hoy esta fiesta de amor hacia la Santísima Virgen del Rosario, es un lazo de unión, entre los que están y los que vienen, entre los que viven, minuto a minuto su presente, y los que lejos Labran su porvenir; y bajo la luz alegre de su verbena, acariciados por los sones de alegres pasa­calles y el atronador ruido de sus cohetes, cada villalongués se sentirá más hermanado con su vecino, y galante y generoso, ofrecerá al visitante las maravillas de las que Dios, en su grandeza, dotó a la población.

Y en esa centenaria plaza, de toros, única en el mundo por el  inagotable aforo que le da la sierra, tendremos los tradicionales festejos taurinos, y en los Caños, tiradas al plato, conciertos, dianas, actos de todo tipo. El programa de actos está lleno de actividades.



La Santísima Virgen del Rosario paseará triunfante en la población el domingo día 5,porque después de tantas luchas en su historia, Villaluenga a su Virgen cantará; el pueblo, son quinientos corazones y en cada corazón Ella tiene su altar.

A ti, reina de la fiestas, Juana Moreno Rodríguez ¿puedo desearte en esta noche feliz?. De verdad que al mirarte se me embrollan las palabras y apenas si balbuceo lo que mis labios quieren decir. Porque si he sido pre­gonero de tus fiestas, cantando a tu patria chica, para ti, Reina, vaya el trémulo cantar de mi justa pleitesía. Porque tú, como tu pueblo, eres hermosa, graciosa, bella, sonriente, alegre y feliz, llena de ilusiones, candorosa y de un salero sin fin. Y a toda tu corte de honor, angélicas figuras,  Cristo, Cecilia, Antonia y Juana, flores sonrosadas de un mismo ra­millete, felicidad, en esta noche de ensueños. Felicidad sin límites, que no acabe todo en estas fiestas rosarinas, que Ella Misma os acompañe de por vida, hermosa juventud, que dentro de la sencillez de vuestro pueblo, seáis siempre las lucernas que alumbren y dirijan los caminos hacia puertos de esperanza de un venturoso porvenir a todos los que hoy os rendimos homenaje de nuestro afecto y de nuestro amor.

He dicho



Manuel Cabello Janeiro, Villaluenga del Rosario, 1976


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