sábado, 6 de febrero de 2016

Una carta comercial a nuestra bisabuela Pepa

Carta enviada en agosto de 1932


Por Esperanza Cabello

A veces los objetos más nimios se convierten en indicios históricos. Ese es el caso de esta carta comercial que los Almacenes Velázquez y Gutiérrez, de la calle Puente y Pellón de Sevilla, enviaron a nuestra bisabuela Pepa, la madre de abuela Natalia y de tito Baldomero.
Pepa vivía con sus primas, Josefa e Isabel Coveñas Piñero ("Las Piñeritas") desde que enviudó, siendo sus hijos muy pequeños.
Y las Piñeritas habían acogido a toda la familia con todo el cariño del mundo, de las ganancias de su tienda-confitería vivían todos, pues sus dulces caseros y su carne de membrillo eran reconocidos en todo el pueblo.
Sabemos que vendían café, azúcar, arroz, garbanzos, aceite, incluso latas de conserva y bebidas, pero también vendían, como nos muestra esta carta, objetos de mercería. Así que suponemos que era una tiendecita en la que se vendía de todo un poco.
En 1932 ya se habían ido sus dos hijos: Baldomero se había casado con Nieves Arenas, y se habían mudado a la calle Botica, donde nacieron sus cuatro hijos; Natalia se había casado con Leandro Izquierdo, y se había ido a vivir al número 9 de la calle Real, muy cerquita de su madre y de sus tías.
Pocos años más tarde, en julio de 1936, las tropas sublevadas entraron en Ubrique, y los árabes entraron en la tienda de las tres mujeres  como un elefante en una cacharrería, rompiendo cristales y chineros y robando las botellas, la comida, las latas de conserva y el poco dinero que juntaran las tres ancianas.

(Un poco más arriba empezaron a repartir algunas de estas botellas del saqueo a algunos niños que se habían asomado a ver el escándalo. Allí fue donde Candelaria Chacón Quero "La Zapatera", les gritó: "Granujas, que a los niños no hay que darles vino, sino libros".)

De aquel asalto nuestra bisabuela no pudo reponerse nunca, quedó en estado de shock  y nunca se recuperó, había quedado horrorizada y asustada. Las Piñeritas se vieron obligadas a cerrar su tiendecita, y a la muerte de bisabuela Pepa se fueron a vivir con "su" Natalia, que las cuidó como si fueran sus madres.

 
 

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