sábado, 4 de mayo de 2013

Comer en la Viña del Boniato. Un antiguo lujo muy actual

Una gran fotografía de Ubrique preside la Viña del Boniato actual
Fotografía: Luis Eduardo Rubio


Por Esperanza Cabello
Fotografías: Luis Eduardo Rubio

Cuando éramos pequeños íbamos muy a menudo a la viña del Boniato. Unos cuantos amigos y socios, entre los que se encontraba nuestro tío Francisco Pérez Rivera, eran los propietarios de la viña, y allí íbamos siempre en la temporada del mosto,  desde finales de septiembre hasta, según los años, mayo o junio.
También era costumbre, no solo para nosotros, sino para todos los ubriqueños, ir a pasar el Día de los Paseos (a primeros de noviembre) por la zona, desde la calzada de las Cumbres hasta Santa Lucía.
Allí  iban las familias con sus canastos, sus tortillas, sus salmorejos, sus mantas de Grazalema, sus mediajuanas de mosto y sus castañas.



 El mosto de la Viña del Boniato

Nuestro padre nos llevaba a la viña muchas veces, y si no era con él íbamos con nuestras primas Antonia Mari y María Teresa. El caso es que tenemos muchos recuerdos de los años sesenta y principios de los setenta allí.
Por eso cuando Jesús nos dijo que la viña estaba de nuevo abierta al público, conservando la esencia de antes, no hemos dudado en ir a almorzar el sábado al solecito.



Los antiguos usuarios de la viña en 1975

La viña sigue como antes, campo, terrazas y un salón en el que hay algunos detalles antiguos, fotografías de la viña hace cincuenta años, neveras, cuadros y antiguas bebidas.
Y la comida, a la antigua: aceitunas zajadas, picadillos, revueltos, mechado, embutidos, queso y algún otro plato de las viñas. Con buen trato y buen mosto.


Recuerdo de los parroquianos del lugar


No había demasiadas personas, aún no se sabe muy bien que la viña está abierta. Al principio pocas personas,  pero pronto empezaron a llegar familias buscando el sol y un ratito de tranquilidad. También a preparar la celebración de una primera comunión.

Mediajuana de mosto

 Terminada la comida estuvimos curioseando un poco, y encontramos antiguas botellas y garrafas. Preguntamos al dueño por la mediajuana (es esa botella de la derecha), y nos explicó que en el Quijote ya se usaban esas palabras. La damajuana era una "medida de capacidad" (unos quince litros) y la mediajuana es una garrafa pequeña, de cuatro o cinco litros.
Nosotros recordamos siempre las mediajuanas forradas de esparto o de mimbre. Había en la casa de nuestros abuelos cántaras y garrafas de muchos tipos diferentes.


Sifones, cervezas y bebidas espumosas "pic-nic"
entre los recuerdos de la Viña


También nos estuvo contando sus recuerdos de cuando era camarero en el cine Alcázar. Entonces se bebía muy poca cerveza (las primeras eran las de la Cruz Blanca, que se fabricaba en Cádiz), y en vez de cerveza  se bebía normalmente vermut con sifón.
En Ubrique se fabricaba sifón en la Plaza de la Verdura, junto al Salón Moderno, así que los camareros de los bares iban hasta con seis cascos vacíos y recogían las botellas llenas.
También se fabricaba gaseosa, "La ubriqueña", cerca de la Plaza de Toros, y los niños tomaban, antes que la Mirinda, una bebida espumosa llamada "Pic-nic", que se fabricaba en la zona, no recuerda bien dónde.



 Recuerdos de otros tiempo
Cruz blanca, la cerveza de Cádiz

Nos gustó mucho ver ese botellín de cerveza de la Cruz Blanca. Esta cerveza comenzó a fabricarse en Santander, en un lugar que aún hoy se llama Plaza de las Cervezas, en 1870, aproximadamente (era un inglés el primer encargado de su elaboración). En los primeros años del siglo XX comenzó a expandirse, primero en Valladolid y  en 1922 se fusiona con la fábrica de cervezas "La gaditana" de Cádiz.  En nuestra capital se mantuvo la empresa muchos años, incluso ampliándose y creando su nueva fábrica en 1961. 
Posteriormente se fabricaban en Cádiz Skol y Cruz Blanca. Esta producción se mantuvo unas cuantas décadas más. En 1991 demolieron la fábrica de cervezas. Entonces vivíamos en Cádiz, recordamos perfectamente aquel evento, cómo corríamos intentando evitar la nube de polvo que se levantó y cómo la demolición fue un poco deficiente, porque una buena parte del edificio no se derrumbó. (En este enlace podemos ver de nuevo  aquella demolición).



La terraza de la viña

Volvemos a nuestra viña. Solo nos quedaba dar un paseíto por la zona, intentando recordar aquellos juegos infantiles. La terraza y los porches son modernos, pero aún existen las fuentes de antes (la fuente de piedra y la de Santoma), las viñas, aquella piedra tan grande que de pequeños nos parecía una montaña y que realmente es un gran  pedrusco...



La viña está en un entorno envidiable, con unas vistas magníficas


Los alrededores de la viña, con buen tiempo, siguen siendo fantásticos. Un poquito más abajo del Salto de la Mora, donde está la ciudad romana de Ocurris, pudiendo ver toda la zona de los Bujeos, Fátima, el Torero, la Silla... Es realmente un entorno espectacular.



La primavera está rebosante en la viña
El celindo está precioso

Y por todas partes, con el permiso de la primavera, hay flores, árboles en flor, plantas exhuberantes y miles de colores que nos transportan a otras primaveras, a otros momentos y a la misma viña, llena de geranios entonces y con unos preciosos celindos ahora.

La viña ya ha brotado y florecido, las uvitas empiezan a crecer.


 Y además están las viñas, entre higueras, olivos, acebuches, almendros, algarrobos y varios limones luneros, que nos parecen magníficos.



Las viñas están preparadas, limpias y dispuestas para que crezcan las uvas


 Ha sido un lujo muy actual poder volver a la Viña del Boniato y disfrutar de una mañana de sábado tranquilos y en el campo. Agracedemos a los "Rubi" su amabilidad y su paciencia con nosotros y nos alegramos mucho de haber retomado, cuarenta años más tarde, una costumbre familiar: comer en "La viña del Boniato".


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