jueves, 1 de marzo de 2012

Las violetas de Leandro y las magdalenas de Marcel

Caramelos de violetas


Por Esperanza Cabello


Hace muchos, muchísimos años, allá por el 76, una muchacha de Ubrique se fue a estudiar filología a Cádiz. Un nuevo mundo, nuevos profesores, Estrella, Inmaculada, Virtudes, José Luis... nuevas enseñanzas y nuevos horizontes.
Uno de ellos, quizás fuera José Luis Tejada, o quizás Inmaculada Díaz (no están claros esos recuerdos) contó a su clase una historia increíble.
En clase de literatura nos explicó que Marcel Proust, un renombrado escritor francés (1871-1922), había escrito "En busca del tiempo perdido", una búsqueda interior a partir de sus recuerdos, escrita en siete tomos y considerada una obra maestra de la literatura francesa.
Nuestro profesor nos contó que el punto de partida de esta obra era una magdalena. En su narración el escritor cuenta cómo al tomar una cucharada de té con un trocito de magdalena siente una inmensa felicidad que lo lleva a su infancia:

"Ce goût c'était celui du petit morceau de madeleine que le dimanche matin à Combray (parce que ce jour-là je ne sortais pas avant l'heure de la messe), quand j'allais lui dire bonjour dans sa chambre, ma tante Léonie m'offrait après l'avoir trempé dans son infusion de thé ou de tilleul." (Este era el gusto del trocito de magdalena que los domingos por la mañana en Combray -porque ese día yo no salía antes de la hora de misa-,  cuando iba a saludarla a su habitación, mi tía Léonie me daba después de haberla mojado en su infusión de té o de tila."

Proust mantenía que los recuerdos se ponen en funcionamiento por encima de la subjetividad y a través de nuestros sentidos primarios, por eso cuando surgen nos provocan sentimientos muy reales y, cuando son positivos son terriblemente satisfactorios.

(Si quieren saber algo más, pueden pinchar en este enlace).


"Petites Madeleines"
Les madeleines de Proust


Hasta aqui un montón de interesantes consideraciones, que podrían incluso parecer demasiado complicadas, el caso es que hemos recordado perfectamente aquellas enseñanzas al sentir algo muy parecido con los caramelos de violetas.




Nuestro abuelo Leandro vivió una gran parte de su vida en Madrid, las circunstancias quisieron que la Guerra Civil lo atrapara en la capital y que volviera allí una y otra vez a lo largo de los años, estableciendo definitivamente en Madrid su residencia al final de su vida. 
Cuando venía a Ubrique era toda una fiesta, todos los nietos lo esperábamos impacientes en cada ocasión, y siempre que llegaba colmaba  nuestras expectativas. El hombre de negocios estricto y riguroso se convertía en un abuelo tierno y cariñoso, pendiente de todos nosotros.
Siempre nos traía regalos, juguetes, ropa, libros (años más tarde, en la época del descubrimiento de las magdalenas, se convirtió en nuestro mecenas, proporcionándonos todos los libros que los estudios universitarios nos exigían), esos regalos iban cambiando, pero había un regalo que siempre, siempre se repetía: nos traía caramelos de violetas comprados en la Mallorquina, una confitería de la Puerta del Sol.



Confitería "La Mallorquina"


Hemos tenido la suerte de estar últimamente en Madrid y, como siempre, visitar esa ciudad es recordar a nuestro abuelo. Hemos ido a su casa, a su calle, al pequeño bar que se sigue manteniendo a pesar de la invasión de la modernidad... y a comprar caramelos de violetas a la Mallorquina.
Con estos caramelos, con su aroma y su sabor, ha llegado a nuestra memoria un pellizco de felicidad, de recuerdos infantiles, de esos minutos de espera, de ese abuelo de manos suaves y elegantes que tomaba un café tranquilamente mientras se interesaba por todos nosotros, de esas charlas tan esperadas, de esas carreras por los pasillos, de esa alegría de la infancia tan difícil de revivir: "Ha llegado abuelo" .

Y estamos seguros de que todos, absolutamente todos los primos ubriqueños recuerdan, al igual que nosotros, esos pequeños caramelos de violeta y la felicidad que llevan en su interior.



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4 comentarios:

Juli dijo...

y qué buenos que están esos caramelos :D

Antonia Mari Pérez Ortega dijo...

!que recuerdos¡ nunca se me ha olvidado ni el olor ni el sabor de aquellas violetas ¡ ni tampoco las carreras por los pasillos :)

Esperanza Cabello Izquierdo dijo...

Pues me he traido unos poquitos, a ver si nos vemos... aunque ya no demos muchas carreras por los pasillos, jajajajaja!

Y para tí también hay, Juli, te guardaré algunos para cuando vengas :D

Javier Janeiro dijo...

Ya me hubiera gustado verte, la próxima sin falta, trabajo muy cerca de La Mallorquina, un abrazo,